Hoy vengo a decir mi canto
y cantar mi decimiento,
porque diciendo yo canto
y cantando ando diciendo.
Digo que duele la luna,
duelen el sol y los astros,
duele este cielo teñido
con dolor de mis hermanos.
Digo que hasta la vergüenza
esta gente se ha robado
pues ya no les queda nada
por sentirse avergonzados.
Para el mal que nos preside
no es vergüenza andar robando,
ni matar al indefenso,
ni el futuro hipotecado.
Digo y canto, canto y digo,
roto de bronca y quebranto
que no han de durar muy mucho
aquellos que odian tanto.
Digo que el puño se aprieta,
canto que el grito se junta,
porque el que vive golpeado
con los golpeados se aúna.
Digo que vienen las balas
a callar a los de abajo,
y que de nada ha servido
transitar quinientos años.
Canto por los cinco siglos
de robo, de humillación,
de esclavitud escondida,
de palabra que es traición.
Y si he de decir cantado
las penas de mis paisanos
es porque no les dan voz
a su dolor acallado.
Desde la mesopotamia
al Chaco y la cordillera,
desde La Quiaca hasta Ushuaia
les crece el grito y la pena.
Digo que son los más pobres
entre los pobres, hermano.
Canto el sufrimiento antiguo,
el sufrir originario.
Canto y digo, digo y canto
por su derecho a existir,
que no se puede seguir
tanto dolor aguantando.
Digo que los miserables,
los que se adueñan de todo,
los que roban y envenenan,
han de pagar de algún modo.
Porque la cuerda, señores,
no puede tensarse tanto,
que el odio ha de recibir
lo que, por piedad, no canto.
Hoy vengo a decir mi canto
y cantar mi decimiento,
ese que dice cantando
que llegará el escarmiento.
— DHB
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