Quieto en la ventana, dudas y un cigarro
de duro tabaco negro me acompañan.
A través del vano indago a la distancia,
pitada, pregunta, sorbo de un amargo.
En el fuerte trago del verde brebaje
yace una respuesta de dulce resabio
y lo que de adentro sube hasta los labios
me dice que es dulce mi oculto bagaje.
Será que un acíbar de yerba o tabaco
extraen lo tierno, azúcar y miel,
opuestos al acre sabor de la hiel,
para equilibrar en “un pongo y un saco”.
Pero la distancia sigue sin hablarme
y en las bocanadas del tabaco negro
o en el trago oscuro del mate matrero
deberé embeberme y, al fin, encontrarme.
“Un saco y un pongo”, bilis, regaliz,
pregunta y respuesta, silencio y palabra,
máscara de azúcar y mueca macabra,
hedionda osamenta, alma de jazmín.
Del oscuro pozo rescato la luz
y de los sabores baguales y ariscos
el dulzor obtengo y siempre es lo mismo:
hay culo y hay suerte, hay cara y hay cruz.
— DHB
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