I
Yo no toco la guitarra,
no tengo selva ni mar,
ni montañas, ni llanuras,
sólo la copla, nomás.
Al arroyo lo asfaltaron,
al árbol lo han de talar,
con una capa de asfalto
quieren la copla tapar.
Pero la copla es tozuda,
como el yuyo ha de brotar,
resquebrajando el cemento
la copla vuelve a cantar.
Siempre se vuelve a la copla
aunque la tape el olvido,
y aunque vuelva disfrazada
recupera su destino.
Quiere decirme la copla
que coplee mi verdad
que también la copla puede
coplear en la gran ciudad.
Copla sencilla y humilde,
eterna como el yuyito
que ablanda con su poqueza
el asfalto que transito.
II
La copla me anda buscando,
fumando la he de esperar
y en una esquina cualquiera
nos habremos de encontrar.
Quizá le hable del gentío
que me apabulla y me espanta
o de la plaza encerrada
donde aún el ave canta.
Quizá la copla me cuente
con gorjeos o con trinos
que en la selva de cemento
aún hay ritos pueblerinos.
Conversaremos sentados
al borde de alguna calle
de potreros olvidados
o de sonidos del valle.
Yo hablaré de colectivos,
la copla de huella y tiempo,
yo de bares y semáforos,
ella hablará de silencios.
Y entre recuerdo y recuerdo
que iremos recuperando,
entre sonrisa y nostalgia,
la copla se irá formando.
III
A las cinco de la tarde
se baja en Constitución,
vino en el tren con su carro.
Es la copla del cartón.
Amuchadas en camiones
vienen familias enteras,
desembarcan en la CABA
las brigadas cartoneras.
Griterío y desparpajo
cual copla carnavalera.
No todo es lo que parece,
muchos aún quedan afuera.
Recorren calles, pasajes,
destapan contenedores,
cantan tal vez alegrías,
callan tal vez sinsabores.
Ojos negros, piel oscura,
actitudes desafiantes,
humeando sus tucas pobres.
Copla de los esperantes.
¡Ay, copla recicladora
de las miserias humanas,
llevate en tu carro amargo
esta indiferencia urbana!
IV
Debajo de la autopista
la ternura se hace copla:
sobre un colchón descartado
dos pies desnudos se tocan.
Mateando sobre un cajón
con la mirada perdida.
Horizonte imaginario,
nostalgia de cosas idas.
Un traje, café en la mano,
en un banco de la plaza.
Enfrente otro banco dice
“todas las noches soy cama”.
Del parque Lezama arriba
moraba tranquilamente
¿dónde lavar su esperanza
si le enrejaron la fuente?
Los panes desmenuzados
por sus manos temblorosas
convocan el alboroto
de sus amigas palomas.
Aquí se cantan, a veces,
penas. Otras, alegrías,
y entre alegrando y penando
brotan coplas noche y día.
V
Antes que el sol ilumine
las cúpulas y los árboles
ya se oyen entre las hojas
las coplas de los zorzales.
En el colectivo duermen
caras contra los cristales.
Quién sabe andarán soñando
que están haciendo otro viaje.
En el tren suena un catarro
y el coro que ya se enciende
inicia en tono apagado
la copla de los tosientes.
Al medio día se pueblan
las plazas de oficinistas,
sus almuerzos apurados
añoran coplas tranquilas.
“¡Garrapiñada! ¡Chipá!
¡Pastelitos! ¡Pan casero!”
Coplas de los vendedores
que hacen coplas sin saberlo.
¡Ay, coplita, quién te viera
arregladita y oronda
pa'que vean que en la ciudad
también pueden nacer coplas!
— DHB
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