De armas

En el humeante campo de batalla,
bajo un sombrío manto de nubes implacables,
el cuerpo del guerrero derrotado yace.
Alza al cielo los ojos doloridos
y busca el horizonte.

Detrás de la justicia avasallada,
como perro fiel al amo castigado,
tu figura gris, de lluvia permanente,
camina sin descanso.

Y aunque mil veces el carro prepotente
enlode tu estandarte,
otras tantas
-las manos temblorosas-
se izare luminoso.

¡Oh, caballero vencido y obstinado,
recurrente en batallas signadas por tu llanto!
¡Eterno luchador de ideas oxidadas,
a tu lado Aníbal, Alejandro,
son, apenas, palomas aleladas!

Alza el guerrero los ojos doloridos
y busca el horizonte,
coje escudo, yelmo y armadura,
enfrenta ahora el crepúsculo sangrante
y su silueta negra, triste, silenciosa,
se aleja en pos de la próxima derrota.

DHB
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