El vaso olvidado


Quedó el vaso olvidado en la mesa del jardín
boquiabierto al crepúsculo inminente
viendo al cielo
presintiendo la futura impertinencia del relente
recordó la tibieza de unas manos
la suavidad de unos labios
un pequeño y acotado mar volcado en su interior
un cálido y vibrante sonido salido de esa boca
que en espaciadas ocasiones lo besaba

y dudó de su propia condición
de materia inerte
irreflexiva

Ya empezaba a sentir
en la vidriada superficie de su cuerpo
las moléculas del agua
- atraídas por la simple empatía
de los entes cristalinos -
formando una capa escurridiza y frágil
hasta aglutinarse en gotas disruptivas
de ese manto de humedad
que caerían en líquido suicidio
al pie de su soledad
para deshacerse y fundirse
en lago circular

A medida que el cielo anegraba los azules
su ojo de cíclope silente y generoso
veía pasar los últimos pájaros de la tarde moribunda
cuyos aleteos de ropas removidas
sembraban en su cóncavo sentir
la íntima imagen del hogar

estático
vertical y helado
por el círculo sin horizonte de ese ojo sin hermano
pasaron las nubes
las estrellas
la fina traza de un cometa
una hoja oscurecida llevada por el viento

Pasaron las horas
los insectos y el insomnio
y a un lado el cielo abrió su párpado cansino
el luto terminaba
y la única rama asomada
al mínimo estanque de su alma abandonada
empezó a corporizarse
pudo apreciar los grises y marrones
de la piel de ese testigo de su quietud y de su espera
aparecieron los verdes de sus hojas
brillantes también por el rocío
y se alegró de tener un socio
un camarada
en esa expectación fresca y acuática

Por fin el día instaló su escándalo de luces
y el sol le devolvió la tibieza de las manos
que antes envolvieron su redondez saciante

ladró un perro

cantó un pájaro

alguien llegó

lavarían con más agua sus dudas y certezas
y ya en la alacena miraría a sus hermanos
pensando con cierta suficiencia
“He visto
he sentido
no existe la materia inanimada
sé que soy”.

DHB
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