Es viernes

Es viernes y lo sabe
el cuerpo del groncho que culmina
su semana, feliz con una birra
y ese humor procaz y chabacano,
horror del prolijo ciudadano
que ha olvidado la forma descuidada
y fresca de la honesta carcajada,
del chiste sencillo y picaresco,
grosero, sincero y pintoresco
de aquél que la yuga día a día
en la obra, la fábrica, y termina
ese lapso cansador de duro encierro
que es la jornada sudada como perro.

Es viernes y repite el laburante
esa herética y gritona misa,
escándalo de alaridos y de risas,
de burla ingeniosa al compañero
que sabe de qué va la broma sin esmero,
fluida y fácil, escabrosa o llana,
en su malicia, sana;
a veces brutal mas siempre consensuada
por la felicidad tácita de una cerveza helada.

Es viernes
y en el tren colmado
el resto del pasaje ha posado
su oído en el prístino aquelarre
de morochos alegres que en la tarde
aturde a algunos que menean sus cabezas
como desaprobando las bajezas
que escuchan y que ven, fingiendo un urbanismo
hipócrita, mas ellos mismos
quisieran poder descerrajarse,
y disfrutar sin almidón, sin disimulo,
sin palos en el culo.

Y los otros,
como yo, en franca sintonía,
gozan de la escatológia alegría,
agradeciendo la frescura del momento,
llovizna en el desierto.

Es viernes
y nos pusieron contentos.

A veces escribo DHB
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