La costa de uno mismo


¿Cómo se vuelve a la realidad?
A veces me parece que bastaría un manojo de pasto, olerlo, aspirarlo hasta que pierda su color.

O tomar un puñado de tierra, refregarla en todo mi cuerpo, revolcarme en el polvo como un perro.

La risa de un niño, eso también es real. O su llanto.

La verdad se aleja con el tiempo, el hilo se corta y perdemos su rastro.
Sueños, ilusión, mentira.

Maquetas de cartón.
Es todo lo que hemos conseguido, lo que hemos construído.
El mundo es una gran maqueta de cartón donde alguien nos acomoda como muñequitos de plástico. Nos mueve de acá para allá, nos junta y nos separa, arma escenas, situaciones.

A veces sospechamos la mascarada, pero es más cómodo seguir el juego.
¿Cómo se vuelve a la realidad?

Flotamos en un mar de vanidades entre los restos de un naufragio, sin maderos salvadores.

Nadar.
Es lo que nos queda.
Hacia la costa de uno mismo, a la riesgosa costa de nacer y ser.

O disolvernos en ese otro mar, el de la indolencia.

DHB
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