Ya no vienen a acosarme las visiones
como alegres asaltantes de caminos
para despojarme de costras agresivas
de tóxicos efluvios
de penas esporádicas
no susurran en mi oído sus salmos misteriosos
ni pintan sus frisos y murales
en la cúpula interna de mi cráneo
el martillo hidráulico del odio
ha penetrado mi coraza
y se filtra
como un ácido maligno y corrosivo
el aplastante hastío
hastío y más hastío
inundando las cámaras del alma
La fiesta revulsiva que hace años
Pasolini plasmara en su aquelarre
(Circolo della merda, Circolo della sangue)
es la canción que domina las listas de las radios
Aprietan con impiadoso puño
la mediocridad estridente y festejada
la violencia sutil y la directa
y ríen sus fantasmas
Y el amor…
el amor es un niño desnutrido
de ojos enormes
cavernosos
velados por la mucosa gris de los olvidos
de vientre abultado por parásitos y hambre
su boca es una cueva oscura
que se abre y que se cierra
como un pez que se seca en las arenas de la asfixia
de piernas y brazos delgados como el hilo
que separa la autopreservación del egoísmo
niño arrojado al lodoso rincón del ahora no
y se acurruca como un feto sin destino
tembloroso y aterido
aterido.
— DHB