Soledad helada y silenciosa
asteroide nocturno que en cristales de hielo
cuaja momentos privados, exclusivos
que se incrustan en las férricas rugosidades
de esta piel chamuscada por fricciones ajenas
como extraños crustáceos puntiagudos
huérfanos de ballenas siderales
En la noche estelar
abrumado de silencios como enormes cavernas
me disparo atravesando vientos milenarios
orbito a la velocidad imperceptible
que imprime mi ansia de aislamiento
(disculpame, esta vez no vas conmigo)
alrededor de pequeños mundos en penumbras
rodeo nebulosas que intentan enlazarme
con gaseosos tentáculos que se esfuman
desvanecen impotentes
Oscuro, helado, silencioso
el pedernal machacado de mi rostro
sonríe en el disfrute de su esencia tangente
No me pregunto de qué explosión provengo
qué masa primigenia dió origen a esta esquirla
de incierto destino rebotante
ni qué fuego final consumirá las arenas de mi sangre
sólo viajo, observo, asimilo
ni siquiera emito ondas
que puedan delatar mi ausente paso
la curva de mi trazo
es sólo para ojos afines a mis mundos
(paradojal camaradería
que aúna en cosmos separados)
Volador peñasco emberrugado
trazador de caminos sin meta ni comienzo
viajero sin puerto, sin fanales y sin faro
visitante efímero de constelaciones que a nadie interesan
puedo consumir el tiempo observando el crepúsculo
en la última luna de Plutón
o recordando mil veces cómo se abren tus ojos
al amanecer nebuloso del día en que llegué
puedo exasperar al viejo Chronos
esperando que la última estrella
palidezca con el alba:
el tiempo es mío
y la noche que transito
y la órbita equívoca de mi sombra
y el frío que atesoro
y el viento de mi viaje
y la herrumbre quemada de mi piel.
— DHB
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