He visto las piedras batallando
la inercia de los muros montañosos,
al rayo liberar su furia encadenada
fundiendo la superficie del basalto;
y a las iras telúricas, con estruendo,
quebrar las convenciones
y las atávicas estructuras de los suelos.

He visto las lenguas del infierno
consumiendo los bosques
en compulsivos crepúsculos
y el arrebato de unas enloquecidas aguas
arremeter contra el paisaje
y borrarlo para siempre.

Pero en las grietas del muro
arraigaron las epífitas,
en el carbonizado hueco dejado por el rayo
un lago de tibias y verdes transparencias
aquietó sus iónicas angustias;
en las quebraduras y cráteres del suelo
se levantó la ciudad de las aristoloquias,
los bambúes y las tímidas droseras;
de los chamuscados barbechos de los bosques
nuevos brotes, más fuertes, se alimentan;
y en el lodozo caldo que dejaron las crecientes
hierven los embriones su pequeño nuevo génesis.

Pero también he visto el pretencioso paso,
soberbio y cáustico,
avasallador e impúdico,
del Erectus, el Habilis, el SAPIENS:
Homo Predator.

Y detrás sólo salitre.

— DHB
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