El devorador de fuegos

Yo soy el devorador
de los fuegos celestiales
fuegos fatuos
fuegos consistentes

arrasa mi pasión engullidora
colas de cometas
amaneceres rojos
luciérnagas de ensueño.

Azulean mis colmillos
en la noche turgente
y los hinco en el cuello
virginal de los jazmines
en la sensualidad rosácea
de la espinosa mata
en la danzante soledad del álamo
que canta loas
al viento que lo azota.

Devoro el perfume de los tilos
que en noviembre
extienden su manto dulzón sobre las almas
y aplacan (o acentúan)
su gris desasosiego.

Soy una tea permanente
devorándose a sí misma
un crepitante torbellino
retroalimentándose y creciendo
en su propia combustión.

Soy un vientre insaciable
y en mi frenesí de ojos desorbitados
devoro personas
miradas
silencios
ocasos

degluto ávidamente
sinfonías
olores
posturas
profecías

bebo recuerdos y llantos
despertares
nacimientos y cantos.

Soy un cíclope de fuego
un gigante milenario
mi monstruoso apetito por las cosas
no se calma
no hay sosiego
para esta fiebre de manos extendidas.

Crecen las venas en mi cuello
lanzo gritos calcinantes
en la gruta acribillada de la noche
para tumbar estrellas en nevada

y de plata revestido
como un dios enloquecido
correr entre los árboles
buscando el mar del alba
para
de cabeza
como en el destino
como en un suicidio
zambullirme entre sus aguas.

DHB
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