Filtró la estrella su ojo mortecino
por una hendija voraz de mi persiana
vórtice hambriento en la oscuridad vacía
ansiosa
nerviosa por tanta quietud amontonada
Y la pequeña chispa alteró el entorno
removió las furias de antiguas quemaduras
iluminó viejos jardines arrinconados
en su derrotero errático y curioso
donde mohosos fantasmas ríen y murmuran
¡Oh, centella ominosa y pasajera
dulce dolor, beso hiriente que devela
las miserias y bondades que se abrazan
en el hueco ambivalente de mi alma!
¡Ardiente y latiendo, acá, mi corazón
espera tu estilete de luz enfurecida
para nacer con la muerte luminosa
con la estocada cáustica y candente
que abre cauce al manantial de dientes
y de pétalos de enloquecida grana!
¡Ya mi pecho es ánfora que ansía
ser desfondada por el tajo de tu risa
para derramarse en pacificadoras llamas
que incineren murciélagos y ratas
mariposas y delfines
melodías y lianas!
Y en borbotones negros y aceitosos
vaciarme de marañas
expulsar rubíes y pedruscos ponzoñosos
luciérnagas y arañas
que no cejan en su empeño
de sangrientas batallas
Alfiler de luz
gajo de promesas
será tal vez mi solar plexo
cobijo y alimento de tus futuras ramas.
— DHB