En este desierto de gravas ardientes
donde el viento es una flama
que descama los ajados pergaminos de mi piel
y la sombra apenas un refugio
de remolinos de garras y dientes
transito las ondulaciones ascendentes
del aire que escapa buscando alivios imposibles
bebo arenas
me alimento de piedras y de polvo
respiro el fuego de un deseo
escarbo la tierra con las llagas de mis manos
y sólo hallo más fiebre
en la napa de ácidos que fluyen rugiendo sus hambres
duermo en un lecho de cactus afilados
bajo un cielo estrellado de dagas relucientes
soñando polvaredas quemantes
que evaporan hasta la última gota de mis aguas
y siembran momias en mis huesos
mas no me hago humo de olvidos
ni cenizas en fútil dispersión
como un horizonte
como una utopía que eterniza mi andar
en la canicular atmósfera del ansia
como una magnolia en el infierno
está tu rostro.
— DHB
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