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Mano que ha acariciado
rostros, cabellos y cuerpos
mano que ha lastimado
en pasados duraderos
Mano que por arduo pan
ha encallecido y sangrado
mano que se ha aferrado
a lo que hay de dignidad
Mano curiosa y amable
mano dura, mano blanda
mano que nunca se cansa
de esperar lo inesperable
Mano que ha hundido en la tierra
sus dedos esperanzados
mano que ha escrito y borrado
tanto dulce y tanta mierda
Es esta mi mano toda
con sus pliegues y sus marcas
que dibujan en mi palma
una parte de mi historia.
— DHB
Mi mate de batalla
Austero compañero: blandiendo cicatrices
de jornadas intensas o días anodinos
supiste caminar conmigo a un horizonte
de inciertos pormenores sorteando soledades
cuando los pensamientos aglutinaban sangres
o luces bondadosas de calmos trajinares
Tu madera dudosa forrada en aluminio
fue cálido regazo en horas suspendidas
en el éter pasivo de horas laborales
Tu tosca catadura, tu rostro magullado
por el andar continuo de destino en destino
es un poco el espejo de tantos recorridos
sinuosos, escarpados, llanos, repetitivos
Y vos siempre estuviste, callado, imperturbable
de vientre generoso pese a los malos tratos
Ese ritual sencillo de tibia compañía
de dulces amarguras, cimarrón compañero
lo llevo en el bolsillo de los recuerdos gratos
No sos la calabaza lustrosa ni la noble
madera de los mates que esperan en mi hogar
esos primos tranquilos, de vida distendida
sin la rutina amorfa, tediosa, del jornal
pero tenés un sitio eterno en la vitrina
del agradecimiento, cazuelita leal.
— DHB
Ondulan las arenas
meciendo lunas rojas
reverbera el sueño
multiplicando posibles aguas
ilusorias
verdaderas
engañosas
promesa de ablución
y el horizonte
es un ocre mañana
en espera
en espera
en espera de la piel amada.
— DHB
Es tu voz melancólica y distante
- distante en el tiempo y en la vida -
son tus ojos de tragedia
y tu boca ávida de risas
es el aire enturbiado por el humo
de ciertas tristezas y añoranzas
por recuerdos ajenos o soñados
y es un vibrar de vida que se funda
en tu imagen fija y asepiada
de viejas fotos apenas retenidas
por fugaces pantallazos de alegría
lo que turba mis estañadas emociones
cada vez que escucho esas canciones
besadas por tu voz
en dulce disfonía.
— DHB
Un nácar ceniciento
extiende su indefinición al horizonte.
Las arenas despeinan
la mudanza fundante de los médanos
que reptan hacia una ciudad de lomos bayos.
Unas huellas menguantes
esquivan el tosco crucifijo de una rama seca
clavada en la posible tumba de un misterio.
Y el eco sin fin de las gaviotas
repitiendo con portuaria resonancia
el nombre de esta tarde
¡oh, melancolía!
— DHB