EL CARRUAJE
¿Podría la flecha detenerse y retornar a la
mano que la lanzó?
Me apresuro, me apresuro en mantenerme vivo
La flecha tiene una mano que la lanza nuevamente
La mano que me disparó tiene nuevos muchachos a quienes disparar
Por tanto me apresuro y me apresuro
Quiero alcanzar mi fin, aplastado y vuelto añicos
Abriéndome paso entre manos, lenguas y pensamientos
Patines de ira y deseo en mis pies
Deslizándome hacia el cielo
No es por la gloria
Ni por la felicidad
Es sólo para exprimir la última gota de las uvas de mi vida
No hay tiempo para el café
No hay tiempo para escribir una palabra
Otros tienen que escribir lo que debe ser escrito
Y beber lo que debe ser bebido
Pero yo tengo que apresurarme y apresurarme
No quiero ser un sabio de cabello gris
Los sabios son flechas que se detuvieron para mirar atrás
Mi corazón se detendrá antes que yo me detenga
Cruzaré miles de kilómetros antes que se detenga mi corazón
Los que llegarán más lejos que yo
Me encontrarán esparcido en el camino:
El cráneo magullado
Tornillos
Y ruedas dentadas aún temblando y girando.
EL ACUERDO
Dejamos al melocotonero muerto
yacer en nuestro jardín
Plantamos una enredadera
para que creciese alrededor de su tronco
Pronto cada centímetro del árbol
se cubrió de hojas
Ahora nuestro melocotonero es verde
incluso en invierno
Este es el acuerdo:
la muerte obtiene la raíz y el fruto
y nosotros obtenemos el premio
de estas falsas hojas verdes
Festival de poesía de Medellín
— DHB
Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera