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El mosto maduro de tu boca
atardece la mía en lánguidos desvelos
y, como un vino de rojas claridades,
en la noche frutal de tu mirada
a grande bocanadas
bebo y bebo.
Con tibios círculos de aires camaradas
tu piel en la mía asienta el desconsuelo
y en las latitudes del goce verdecido
que quiebra las cortezas áridas, sedientas,
del racimo de tu boca
bebo y bebo.
Y es el acre tanino de tus penas
fermentado en la dulce pulpa de tus labios
que me colma de plácidos licores,
de oscuros placeres bebederos.
Y de la cuba de tu cuerpo
bebo y bebo.
Orujos y almíbares hambrientos
del sol de tu mirada incubadora
destilan hijos pródigos de uvas
retornados al vergel de tus viñedos.
Y de ese retornar a tus sabores
bebo y bebo.
Bebo y bebo
la violácea transparencia de tus sueños,
me despeño en el fragor de las cascadas
que alimentan las acequias de tu alma
y afloro en tus cogollos
anhelante del nutriente de tus savias.
Bebo y bebo
el líquido sonar de tus pisadas
que, tras un horizonte de tonadas,
menguando su escándalo de luces
titilan en la tarde
como un morado lucero en la distancia.
Bebo la claridad de tus vapores
que ascienden de tu piel a mis sentidos.
Bebo tu angustia y tu alegría
que el trapiche de mis manos
estruja con cariño
haciéndolas tan mías.
Bebo el rescoldo de aromas que en mi copa
asentaron tus rojas sedimentaciones.
Y bebo en rojas oraciones
el credo vendimial que profesaste,
con pasión y con paciencia,
atrapando en los sutiles sarmientos de tu sangre
mis paganas y antiguas soledades.
Y, ya herido de vos,
converso a la fe de tus parrales,
adicto,
irremediable,
sangrando mi alegría en estos versos,
del cáliz de tu corazón
yo bebo y bebo.
☛ DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera