Secciones
Ella abre el grifo presintiendo
la tibia caricia de los hilos
de la lluvia
vaporosa.
Ya desnuda
ingresa en el habitáculo
comenzando la grata ceremonia,
el bautismo cotidiano
que escurre de su piel
el barro invisible del cansancio,
los sudores ajenos,
la desazón y el hastío,
las frustraciones y urgencias de esos seres
que en los breves encuentros
de romances ficticios
van dejando en finas capas
sobre la generosa textura de su cuerpo.
Sus manos
amantes
se deslizan
por las brillantes redondeces,
por los samaritanos cuencos,
devolviéndole algo del placer perdido,
porque hace mucho tiempo
que nadie
la toca con cariño.
Y cuando el íntimo ritual culmina
emerge relajada,
inocente y fresca,
reluciente y humeante
como una diosa triste,
recuperando
aquello que en verdad
nunca había perdido.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera