Secciones
Extensa disquisición que tratará de explicar -desarrollando punto por punto, analizando cada arista de la materia que nos ocupa con distintos filtros para poder apreciar diferentes perspectivas- por qué no soy poeta.
Porque la realidad siempre es más sublime, más terrible y más anodina que lo que culaquier pluma pueda garabatear.
Fin del documento.
— DHB
El solitario es eso, no hay que ahondar mucho en el tema. Un ser retraído, esquivo, enquistado, con algunos brotes o ramificaciones que a veces lo conectan con los demás o con la realidad (la otra, ya que él tiene la propia), pero que no hacen a su esencia. Conexiones para no sentirse ajeno a todo, excluido, paria, o para una relación políticamente correcta que no ofenda al prójimo.
Cómo y cuándo llegué a establecerme aquí es algo ya borroso y desteñido por el tiempo, difícil de precisar, tanto sol y tanta sombra han pasado por estos jardines.
Seguramente la brújula desquiciada de mi nariz inquieta y la fobia a los caminos trazados me hicieron tropezar con el bosque brumoso en cuyo ignoto corazón se alzaba (más bien se derruía) el caserón mohoso y oxidado que hoy habito (¿que siempre habité?). Sí recuerdo bien la instantánea sensación de hogar que experimenté al verlo ahí, descascarándose entre aserrines y mamposterías vencidas por el olvido. O por toneladas de recuerdos, que es lo mismo.
…porque una noche abrí la puerta de ese jardín de estatuas y la luna iluminaba con la nostalgia del olvido la melancolía de su muerte afelpada de musgos. Allí, lenta y constante, aún gotea la canilla oxidada de mi alma; y por los intersticios de las piedras, brillantes como lágrimas, corro mi sangre transparente y alcalina alimentando tréboles huérfanos y juncos desnutridos…
— DHB
Conozco la sonrisa oculta del demonio, he jugado sus juegos, he jugado a ser él.
Comí como un viejo amigo de su plato de serpientes. Descubro sus secretos, analizo sus trampas, lo acompaño en sus sombrías travesías de horror.