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Empuja, siempre empuja,
mete las uñas y la frente,
hincha el cuello, patalea,
se estruja y se retuerce,
busca la más mínima hendidura
por donde colarse y extenderse
más tenaz que el parásito más fiero.
Aparece en los desiertos más hostiles
y en las noches más oscuras
impone su lucero.
No lo matan las guerras,
sobrevive al plutonio empobrecido,
al fósforo blanco,
al odio caníbal y su feroz colmillo.
Las hambrunas digitadas
y el escalpelo vil del egoísmo
no alteran su destino.
Se pare a sí constantemente,
permanentemente está naciendo
entre los miembros cercenados,
la carne machacada,
entre el desinterés y el aislamiento.
La pertinaz molécula de amor,
particionada,
molida en el mortero del espanto,
vaporizada y esparcida
en el páramo de ácidos y llanto
germina eternamente…
Porque el hombre, amigo,
el ser humano,
está hecho para eso:
para amar y ser amado.
Pese a toda la mierda putrefacta
que quieran imponernos
el amor siempre vuelve,
raquítico,
grisáceo.
Pero siempre,
como el yuyo,
termina quebrando los cimientos.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera