Secciones
El vidrio se opacaba intermitentemente al ritmo de su respiración; con la frente apoyada en la ventana de su pieza miraba las gotas resbalar frente a sus ojos. La llovizna era fina y lenta. Por momentos el foco de su mirada extendía su alcance hasta los minúsculos estallidos en la vereda mojada.
Recordaba otras épocas, más simples, más claras y más vívidas, cuando ella y su hermano dibujaban efímeras figuras en los neblinosos círculos del cristal, o jugaban a adivinar el color del próximo coche que pasara por la calle.
Su calle…
En aquellos días era casi un patio delantero, pocos autos, ningún colectivo, tramos con su hermano y sus amigos peloteando de cordón a cordón, tramos donde ella y sus amigas jugaban al elástico o la rayuela…
A veces se mezclaban los tantos y ellas compartían un picado con los varones, o ellos competían con las chicas a ver cuán rápido podían saltar la soga (picante, picante, picante…). Tampoco faltaban las disputas por algún cuadrado del pavimento, y en más de una ocasión terminaban con su madre haciéndolos entrar a tomar la merienda, previos sendos coscorrones. Entonces cada uno se metía de cabeza en su vaso de VASCOLET con bigotes.
“Ojalá Ramiro duerma toda la tarde” pensó. Pero fue una invocación: el llanto de la criatura la sustrajo del dulce limbo del recuerdo. Sin embargo no cerró completamente las puertas, llegó hasta la cuna con el olor de las tostadas en el pelo y en los oídos un alboroto de risas, llantos, corridas y secretos.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera