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Sus alas eran dos abanicos cargados de flores espumosas batiéndose lentamente casi a ras del agua. El esporádico roce de sus patas con las ondas plateadas arrancaba explosiones diminutas de perlas fugaces.
Su vuelo se hacía especialmente lento cuando su silueta atravesaba los dorados reflejos de la superficie; entonces el tiempo detenía su marcha, se podría decir que intencionalmente, como si quisiera guardar esa imagen para siempre en la imposible memoria del agua.
— DHB
Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera