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Llegan hasta mi ventana,
oración que los jardines
rinden a los sentimientos,
aromas de cien jazmines.
¡Ay, jazmín que por las noches
despierta la embriagadora
ráfaga de las nostalgias,
no martirices mi hora!
¿No sabés, botón de nácar,
cómo tu perfume muda
mi atención a otras galaxias
de algodones y de lluvias,
que me dejás sin sentidos
ajenos a tus efluvios
y sólo un rostro se queda
claro en mis rincones lúcidos?
Allí, envuelto entre tus albas
escamas de madrugada,
el rostro de la que amo
es mi flor desesperada
y en cándida llamarada
incendia noches y auroras,
gélida explosión de azúcar,
caricia devastadora.
Si yo supiera escribir
con tinta de mariposas
sobre tus pétalos níveos
la más tierna de mis glosas,
no podría compararse
con tu invisible mensaje,
blanca tinta en blanca hoja
y oro en el centro del traje.
¡Ay, ay, florecita blanca,
alita carnosa de ángel,
llevá sobre tu perfume
mis besos a quien ya sabes!
Que al tomar tu blanca copa
con el ámbar de sus manos
sienta el temblor de las mías
y la pasión de mis labios.
Que tus ondas sensitivas
acorten la cruel distancia
y que sienta mis caricias
en el mar de tu fragancia.
¡Ay, escarapela tierna,
color de todas las aves,
licor de estrellas furtivas
y paz de todas las paces,
llevar o traer no importa,
traer o llevar se vale,
que entre llevando y trayendo
los amores se complacen!
¡Grito de beso nocturno,
herida de sangre blanca,
si no has de juntarnos hoy
dale, en tu beso, mi alma!
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera