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Y entonces
una noche acuosa y perfumada
de musgos
de amatistas
de Andrómedas
de batir de alas
un ángel sulfuroso abrió su pecho
soltando al pájaro azul de tu palabra
que se posó
eterno y sin remedio
en la rama febril de mi mirada
y no pude ya cerrar los ojos
no sin verte
no sin sentir
amable y despiadada
tu figura de fuego
de tierras azotadas por blancos huracanes
de costas salitrosas
de olas estrelladas
horadando lentamente
con crueldad involuntaria
la carne transparente de mis párpados
ya no pude limpiar
la persistente resaca
de sílabas y luces
de risas
de salobres algas
de gigantescas hiedras
(como anacondas desquiciadas)
que día a día
la marea tortuosa de tu alma
deposita en la mía.
Y en ese lecho iracundo
fértil
lujurioso
fermento mis más ansiosas páginas
allí alimento a mis voraces cangrejos
que en inquieta ebullición
recortan el collage alucinado
que con dedicación de orfebre
con tino y desatino
voy armando
y de esas construcciones surgís vos
nuevamente
siempre
vos
mirándome como una efigie sabia
como una diosa querrera
parapetada detrás de los escudos
y la corona de lanzas
pero he aprendido ¿sabés?
como toda víctima constante
a saltar tus muros
a burlar tu vigilancia
a cortar tus cercas
y salto
como un pirata loco
como un Fénix suicida
al centro de tu corazón en llamas.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera