Secciones
Del tigre rugoso y fusiforme
al batiscafo hermético
que bucea en las aguas de la espera
soñando su milagro de destellos;
de esa cápsula de internas combustiones
donde nada parece suceder
al estallido del múltiple prodigio
que al bosque, cómplice callado, pone a arder
sólo hay un tris, un pulso natural,
un tañer de células inquietas,
maestras del frágil ocultismo,
prestidigitadoras del agua y de la selva.
Bulle, entonces, siseando en la espesura,
anaranjano ramas,
alterando superficies,
un nervado batir de inexpertas alas.
Silente, el murmullo de tu grey
es un suspiro de ángel
que evoca el sueño tranquilo de los pájaros,
el dormir de un niño en los brazos de su madre.
Y asciende la colectiva llama
con ese silencio alborotado
a incendiar el firmamento
con aleteos de un rojizo enamorado.
Quiero migrar en monárquica bandada
al azul infinito del deseo
donde, con gregarios ademanes rojos,
llagar de felicidad el cielo.
Llevame en tu galope etéreo
al mágico arcoiris de la risa,
al recinto de las fosforescencias
donde no entran el tumulto ni la prisa.
Quiero esparcir las partículas de nácar
de tu alada sutileza
sobre la pátina oscura y pesarosa
del dolor y la tristeza
y renacer en sincopado vuelo
entre las sedas de las fragantes flores
ansiosas por la urgencia de tus besos
libantes y multiplicadores.
Transitar leyendas falsas
que hablan de noches efímeras sin días,
sin destino ni futuro,
para, por fin, triunfar con la porfía
- que el sol quema y que la lluvia moja
con decisión mas sin alevosía -
de una pequeña perla en lomo de una hoja.
— DHB
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