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Cada tanto tengo sueños que puedo y valen la pena recordar.
Nunca entendí cómo Mar del Plata se convirtió en un centro turístico veraniego, con sus playas de mierda, su agua siempre fría, la gusanera de gente (dicho no en sentido ideológico sino estético), la arena siempre monopolizada prepotentemente por los puestos, y demás condimentos que me predispusieron siempre para “tenerle idea”. Es una ciudad hermosa, me encanta en invierno, pero en temporada de playa me parece un asco, quévacé.
Estaba nadando en sus aguas (que mi sueño convirtió en cristalinas como las de Puerto Madryn), protestando como siempre por su temperatura, cuando a un par de metros delante de mí y sumergido unos centímetros, veo un pingüino deslizándose más o menos a la misma velocidad que yo, indiferente a mis chapoteos y a mi odiosa cháchara.
Me sumerjo y acelero un poco para acercarme. El bicho no se inmuta. Me acerco un poco más y le paso la mano suave y cortamente por el lomo. Ahí aminoró la marcha como para que yo insistiera con mi caricia (así lo interpreté y los hechos posteriores me dieron la razón), cosa que hice, esta vez con más decisión y a mano completa. Luego le pasé simultáneamente una mano por el lomo y otra por el vientre, como para agarrarlo, pero sólo para hacer una caricia más envolvente.
El bicho me dejó hacer como si lo disfrutara. Luego, ya envalentonado, lo abracé y le iba acariciando la cabeza y el lomo.
Todo esto debajo del agua, se ve que en Oniria no se precisan los pulmones para respirar.
Cada tanto le daba un empujoncito para darle a entender que no quería retenerlo y siguiera su viaje, pero el animalito volvía a frenarse para que el juego continuara.
Estuvimos así un rato hasta que, luego de un último envioncito, me dirigí a la orilla, a las rocas. Yo seguía sumergido. Lo ví detenerse y mirarme. Y se me vino y apoyó su cabecita en mis pies, como un perrito. Lo volví a acariciar y le di otro empujoncito para que se fuera, pero volvió a mi lado y otra vez a apoyar su cabecita en mis pies.
Ahí terminó el sueño, o hasta ahí recuerdo.
MINI EPÍLOGO-CONCLUSIÓN
Al menos en sueños me amigué con la Mar del Plata estival.
PS
Este sueño me sugirió un poema.
— DHB
Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera