Secciones
Urgido por las ansias dislocadas
que suelen agobiarme
tomé el jazmín que me llamaba
desde el verdor voluptuoso
y fragante de su mata
¡Cuánta dulzura y calidez
de su corola húmeda manaban!
¡Cuánta cándida belleza
cuánto recuerdo de viejas inocencias
y de turgentes ganas!
¡Con qué fruición
restregué en mi rostro
la fresca carne de sus alas!
¡con qué furia enloquecida
hundía mis narices
en los dorados estambres
queriendo fundirme
asociarme
al volátil aluvión de su fragancia!
Reía
Reía y lloraba
de alegría y de dolor
de pena y emoción
porque cuanto más buscaba en sus entrañas
su esencia de renuevo
cuanto más me acercaba
al centro de esa dicha
al secreto de esos ésteres malditos
que ataban mis deseos
más hambre de sus átomos me daba
y en el frenesí sensorial de mis anhelos
mis lágrimas caían
en el puñado de miserias
que mi pasión impiadosa generaba
mezclándose
con el blanco doliente y cadavérico
de sus pétalos rasgados
en un caldo de aromas subyugantes
que encendían aún más
mi locura desatada
Cuanta más muerte yo le daba
al girón que iba quedando
más perfume liberaba
Y ya no fue suficiente sólo uno
arranqué
flor a flor
el resto que en el atónito arbusto
para mi mal
quedaba
froté todo mi cuerpo
mordí cada capullo
como un hambriento lobo
estrujé cada pequeña copa
para beber su sangre blanca
lamiendo cada gota de mis palmas
a mis pies
un cúmulo de ángeles marchitos
como una pira fantasmal
ardía
y con albo resplandor
me fui consumiendo
en el aromático holocausto de sus llamas.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera