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Es la hora
el fúnebre tañer lo está anunciando
- protocolares y vanas campanadas:
ya todos mojamos nuestro pan
en la sangre derramada
ya es hora
vayamos al valle de rojas brillanteces
a ver los perros incendiados vomitar los cuerpos
carcomidos
desmembrados
trozos que estertoran en los charcos nocturnos
manos cercenadas
que reptan arañando el barro
en busca de algún cuello
es hora
es hora
la del niño crepuscular
arrebolado
disperso
diseminado
niño de lluvia salobre y renegrida
el del futuro negado
es la hora del beso ácido
y la caricia cortante
ahora que la luna exhala
alientos sulfurosos
y el sol es un pozo sin fondo
bebamos las jaleas
pestilentes y verdes
de la barbarie sublimada
del odio alambicado e hipócrita
de la codicia almidonada y circunspecta
porque es la hora de las muecas entalcadas
y las gotas rojas
en las comisuras
chapoteemos
alegres y frenéticos
en el caldo humeante
de vísceras sanguinolentas
de ancianos harapientos que flotan
boca abajo
arremolinados por las larvas gigantescas
que ondulan en lo oscuro
no sólo allá lejos
no sólo allá lejos
(dejá de mirar el suelo)
Es la hora del colmillo
la del palomo estallado
la hora de las gárgaras de arena
de la belleza cariada
y de los globos negros:
bailemos.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera