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Ya tomé mi ración de enredaderas
he vestido mi traje de helechos voluptuosos
y caminé descalzo por el pasto.
He reído y llorado
hasta renovar mi sangre rancia.
Respiré el aire quemante de las furias
y los helados vapores de la indiferencia
hasta encallecer mis ávidos pulmones.
He oído
he oído tanto…
He oído el lejano chirriar de las estrellas
el suave respirar de los pantanos
y el subterráneo crujir
del odio, el egoísmo y la avaricia.
He oído hasta el dolor
hasta el hartazgo.
Mis manos tocaron tesoros increíbles:
los velos azules de las volátiles medusas
que en las tardes quietas caen desde el cielo
como paracaidistas dormidos
las lúbricas arcillas
con que el pícaro alfarero
modela las tinajas transparentes
donde, como criaturas crédulas, guardamos el pasado
las perlas diáfanas de las risas de los niños
que, como agua clara, corría entre mis dedos.
Si, maravillas fabulosas he tocado…
y también las pestilencias más obscenas:
las babas verdosas de los moluscos obsecuentes
la arena áspera de la mediocridad
(no sólo la mía)
las espumas ácidas de las cosas sin retorno
las ardientes llagas que la lucha cotidiana
abre en la piel y el alma
de los que, tozudamente, tratan de conservar
el cuerpo y la conducta.
Y he visto,
he visto tanto…
He visto el minúsculo temblor
de los átomos uniéndose
vi el chispazo primordial
y el último cataclismo
(renacimiento).
Vi miserias programadas, virtudes inesperadas,
valles verdes de amor
y cráteres purulentos
donde bullen las mezquinas ruindades
y la especulación de los mercaderes del odio.
He visto la más ciega de las noches
y los cielos surcados por tropeles espumosos.
He visto también hasta el dolor
también hasta el hartazgo
hasta la fascinación y el éxtasis.
He sido de barro
de sal
de hielo
fui de sangre
de cristal
de fuego
de agua profunda
de hiel vencida
de cielo abierto.
fui hormiga
pez
cóndor de vuelo eterno
querube incuestionable
y criatura del averno.
Pensé, sentí, toqué,
ví, oí y respiré
tantas cosas.
Abarqué tanto con mi percepción
con mis deseos,
que casi no dí cabida a los hechos.
Y me siento hueco.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera