Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas... necesarias

OrquideAlucinadA

Remolinos de insomnio


Resignado a un limbo insustancial
me dejo llevar por los delirios del desvelo
¿Quién sabe? quizás sus gases narcóticos
despierten amorfas floraciones
o imposibles melodías.

I

Un reloj taconea a mi costado
su solitaria travesía de horas rengas.

II

El farol de la calle
dora el cerco que asoma a mi ventana
y una selva de ámbar
invade mi trópico de ensueños.

III

Por momentos trae la brisa
recuerdos de rosales
y floto un poco en su dulzura
evocadora de otros pétalos
ya llevados por el viento.

IV

Te busco al tacto
en esta noche ya verde de silencios,
en este desierto de rosas agresivas,
ciego y callado
como un cactus a merced de tus arenas.

V

Resuenan en lo oscuro
las pequeñas quejas de los muebles
¿son protestas por su insomnio
o empatía con el mío?

VI

Desde el cenit de la vigilia
me observo en las tinieblas
echado boca arriba
sobre el rectangular carrusel de los recuerdos.

VII

El reloj sigue rengueando,
golpeando con su bastón
los tablones de una rambla
sin mares ni gaviotas.

VIII

Mis oídos acechan misterios que no llegan.

IX

El techo agita subcutáneos remolinos,
las boas oscuras y aceitosas de la horas
transcurren reptando en el silencio
y clavan sus colmillos
en el cuaderno que inútilmente espera
a un costado de la cama.

X

Rorschach fosforece
flotando en el centro de la estancia,
incrustando su incógnita
en las negras gelatinas de la noche.

XI

Extrañas mitosis suceden sobre el lecho,
oscuras amebas de danza tremolada
acunan el silencio.

XII

Un murciélago salta al cielo raso
¿o fue un duermevelamiento,
efímero polizón de sombras?

XIII

Las brutales campanadas del silencio
estallan sus tañidos
en la amortiguada catedral de las esperas.

XIV

Las manchas del silencio se agrupan y divergen
pintando rostros que mutan
al compás de carboníferas mareas.

XV

Un tordo de empavonadas plumas
regurgita su racimo de galaxias
y sobre una de sus espiras espectrales
se aleja girando
atravesando la noche y las paredes.

XVI

¿A qué hora vendrá el ave
con un lucero rojo en su pico de hematita?
¿A qué hora rasgará con sus aceros
el enlutado raso?
¿Cuándo saltará a mis ojos,
celeste y amarillo,
el truhán que cancela la feria del insomnio?

XVII

Un ojo parpadea en la ventana
abierta al aire fresco y los mosquitos.
Bosteza la claridad
su lenta intromisión,
y llega, siempre inoportuno,
el postergado sueño.

DHB