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(micro cuento)
Cuando la giganta pasó corriendo a mi lado como una chiquilla con su molinete, los temblores que provocaban sus pisadas casi me tumban de la reposera donde disfrutaba del espléndido sol.
Era enooooorme como un árbol enorme y llevaba de una larga correa a su pequeño perrito, chiquito como un hamster.
Fue lindo verlos, ella generando terremotos con su corrida y él feliz, flameando en el extremo de la correa, disfrutando del viento con su mínima lengua afuera.
Todas las tardes me acomodo con mi reposera en el mismo lugar esperando volver a verlos.
Pero nuca más aparecieron.
— DHB
Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera