El devorador de fuegos
Yo soy el devorador
de los fuegos celestiales
fuegos fatuos
fuegos consistentes
arrasa mi pasión engullidora
colas de cometas
amaneceres rojos
luciérnagas de ensueño.
Secciones
(bolsillo/mis pruebas)
Ejemplo de Tabbox
Yo soy el devorador
de los fuegos celestiales
fuegos fatuos
fuegos consistentes
arrasa mi pasión engullidora
colas de cometas
amaneceres rojos
luciérnagas de ensueño.
¿Cuántas veces hemos escuchado, en el misterioso recinto de la noche, un sordo crujir en los techados? ¿cuántas veces hemos mirado el negro resplandor anochecido creyendo adivinar el paso lúgubre de un ave nocturna y, sin embargo, no alcanzamos a divisar absolutamente nada? ¿cuántas veces nos hemos sentido observados en silencio por algún espectro indescifrable? ¿y cuántas veces nos despertamos presos de una angustia indefinida, con la patente sensación de un secreto respirar en nuestros cuellos?
Cuando mi último suspiro
desparrame sus vapores
en las cavernas del tiempo
libre ya de mis temores
cuando mis huesos no pidan
más de lo que puedo darles
y mis narices no huelan
nuca más los buenos aires
Video
El aro de fuego
gira lentamente
en la espesa brea
reflejos rojizos
brillan humedades
de muros oscuros
desde los rincones
la fosforescencia
de unos ojos verdes
duplican el aro
que rueda en la noche
sin tic-tacs
ni puertas.
Ocaso aplacó tus vapores agresivos
y una brisa a contramano
no alcanza a rizar tu epidermis aceitosa
cuyas lácteas lunecencias
ondulan, como boas ancestrales,
hacia un remoto origen de yemas optimistas.
Cinta de luto, aún más anochecida,
con una hebilla de plata que trae del recuerdo
orillas frescas y juncos estremecidos.
¡Pobrecito animal manso y apaleado!
En tu agónico reptar de pluviales movimientos
aún persiste la memoria del vergel y los jazmines.
Esta noche olvidás la ofensa suburbana
y brillás,
generosa guirnalda que se tiende
desde mi desazón al ojo ebúrneo
que nos mira discurrir conjuntamente
en un intento terco y obcecado
de mantener el cauce y la mirada.
Desde el puente,
tus reflejos de ameba iridiscente
estallan calmos, me dilatan, me contraen,
en un musical silencio de latidos apagados.
¡Contagiame la gracia
que, aún en los estertores subcutáneos de tu muerte,
le gritás a las ruinas fabriles de tu vera,
que, atónitas,
en su limbo lunar de grúas oxidadas,
no entienden (pobreza mineral)
que en tu lecho de barros venenosos
subyace el germen resistivo de tu vida!
Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera