Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas... necesarias

OrquideAlucinadA

mis pruebas

(bolsillo/mis pruebas)

Ejemplo de Tabbox

Poesía

La bichera

Se clavan en mis costados
las espuelas de tus ojos
y entre espinares y abrojos
mi corazón se atolondra
queriendo alcanzar la alondra
fugaz de tus labios rojos.

El alazán de mi pecho
bombea su roja espuma,
no lo demoran la bruma
ni las toscas del camino,
y, soñando su destino,
en sueños se vuelve puma.

Leer más...

Prosa

Soy la brisa impertinente

¿Dormís aún?

Agito las cortinas para vos, doy una vueltas por la habitación, volteo una página del libro que leíste anoche y entro discreto en tu sueño.

Lo hago primero por el mechón de tu frente y te das vuelta.

Recorro suavemente tu contorno dibujado en las sábanas. Asoma un pie y allí me dirijo. Dedo a dedo me filtro a tu tobillo, es suave y tibio. Tiene la suavidad de las cotidianidades no estrenadas.

Leer más...

Humor

Diagnosis de una desgracia

Dos doctores novatos observaban
el andar vacilante de un anciano
- torcido y pesaroso aquél humano -
y, al vuelo, un diagnóstico intentaban.

- Que el ciático está malo - sentenciaban,
el primero, de su saber ufano,
y el segundo, haciendo contramano,
que era la osteoporosis. Y así estaban…

Leer más...

Nubes a cuerda

Nictoplasma

Revuelvo con un dedo
la viscosa espesura de la noche

negro…

más negro…

menos negro…

Leer más...

Ocaso aplacó tus vapores agresivos
y una brisa a contramano
no alcanza a rizar tu epidermis aceitosa
cuyas lácteas lunecencias
ondulan, como boas ancestrales,
hacia un remoto origen de yemas optimistas.

Cinta de luto, aún más anochecida,
con una hebilla de plata que trae del recuerdo
orillas frescas y juncos estremecidos.

¡Pobrecito animal manso y apaleado!
En tu agónico reptar de pluviales movimientos
aún persiste la memoria del vergel y los jazmines.
Esta noche olvidás la ofensa suburbana
y brillás,
generosa guirnalda que se tiende

desde mi desazón al ojo ebúrneo
que nos mira discurrir conjuntamente
en un intento terco y obcecado
de mantener el cauce y la mirada.

Desde el puente,
tus reflejos de ameba iridiscente
estallan calmos, me dilatan, me contraen,
en un musical silencio de latidos apagados.

¡Contagiame la gracia
que, aún en los estertores subcutáneos de tu muerte,
le gritás a las ruinas fabriles de tu vera,
que, atónitas,
en su limbo lunar de grúas oxidadas,
no entienden (pobreza mineral)
que en tu lecho de barros venenosos
subyace el germen resistivo de tu vida!