Laudanoceronte
Cuando el tiempo aún no era tiempo y las lenguas no tenían noción de los sonidos, ya tronaba en las oscuras planicies primordiales el pesado galope de los laudanocerontes. Con ciego empecinamiento embestían nubes de polvo cósmico y perseguían rizos de vientos caóticos tratando de desgarrar los velos de las auroras. Siempre de frente y sin callar (en su mudo lenguaje) ponían el testuz a lo que viniera. Así fue que su dura epidermis comenzó a tatuarse con diversos surcos y relieves que fueron conformando figuras y signos en los que podían leerse los distintos pasajes de su historia.