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Hoy, en este rincón de mi universo,
tan proletario y raso, sin adornos,
sin luces de neón y sin sobornos,
ofrezco, porque sí, mi humilde verso.
Son versos que se leen de parado,
como antaño la pizza se comía
sin otra pretensión que hacer el día
poniendo el boyo en donde haya faltado.
Letras envueltas en papel de estraza,
a veces duramente conseguidas,
ladrillo por ladrillo construídas,
sucias de plovo, de sudor y grasa.
Y las convido como quien un mate
ofrece a cualquiera que se arrime.
Tal vez un verso puede que no rime,
mas cada uno con mi sangre late.
Vengan y coman de esta fruta tosca
en el huerto del pecho cultivada,
silvestre y fresca fruta cosechada,
a veces dulce, otras veces hosca.
Alegre, triste, brutal, sigilosa,
como cualquiera que anda por la vida,
gozada tanto como tan sufrida,
con roja sangre se escribe mi glosa.
Vení, sentate, hablame de tu vida,
y yo te doy a cambio algún poema,
no importa nada si erramos el tema;
mate, conversa: la mesa servida.
— DHB
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Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera