Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas... necesarias

OrquideAlucinadA

Laudanocturnal

Ellos se encontraban cada tanto, en el impreciso, difuso ambiente del fósforo nocturno, cobijados (al principio) por la incertidumbre y el anonimato, como en un baile de máscaras, como quien conversa pared por medio con un interlocutor ocasional.

En algún instante de sus hambres, sus palabras se cruzaron, se engancharon, y en un punto, más visible o más remoto, en alguna sílaba, en algún lucero, en alguna arista de sus poliédricas almas, quedaron enlazados, unidos. Tres, diez o cien partículas de ella se fundieron con tres, diez, cien partículas de él.

La frecuencia de los encuentros era tan aleatoria como su duración. Eran chispazos en la noche, a veces arcos voltaicos, relámpagos, auroras boreales, colas de cometas. Lo cierto es que esos momentos eran impenetrables, tal la intensidad con que los vivían.

Había tormentas de flores, aludes de bofetadas, marejadas de hielo, aguaceros de fuego, océanos de calidez. Era un campo de batalla que alteraba las tinieblas con fogonazos de palabras, frases trazadoras e ideas antiblindaje.

Poco a poco fueron acostumbrándose a ese intercambio de resplandores, llegando a sentirlo como una necesidad. Al final sólo esperaban la noche para poder aniquilarla a gusto a la luz de sus parrafadas.

Tanto fue el uso que hicieron de las capacidades lumínicas que fueron desarrollando que en una ocasión, a mitad de uno de sus duelos, sus moléculas comenzaron, primero, a emitir suaves destellos, y luego, paulatinamente, a perder consistencia, solidez, hasta que todo vestigio de materia mutó y se transformó en pura energía luminosa. Se vieron a sí mismos expandirse, difuminarse, arremolinarse. El murmullo de sus ideas los arrastró por las ventanas hasta las negras cúpulas nocturnas donde alcanzaron el destino tantas veces sospechado: hoy, como fosforescentes medusas, como siderales tules de fotones, recorren uno a uno los opacos rincones del cosmos chato y monocorde despertando estrellas, originando ígneos cataclismos, persiguiendo como una niebla implacable la silenciosa y helada oscuridad.

DHB