Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas... necesarias

OrquideAlucinadA

mis pruebas

(bolsillo/mis pruebas)

Ejemplo de Tabbox

Poesía

Su hora

La luna
en la hora más brumosa de la noche
esparcía su aliento blanquecino
sobre la fronda silente de la orilla

un vapor estático y verdoso
nimbaba la espesura

y allí
en la estrecha franja de la arena
como una estatua antigua
que edades incontables han vestido
de musgo y de misterio
se erguía la incógnita quietud de su figura

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Prosa

El cangrejal de Fabio

(de conversas con el amigo Fabio Morasso, que se fue queriendo)

La vida nos arroja al azar a un mundo muchas veces hostil. Algunos caen y brotan en ambientes favorables, otros caemos desnudos e inermes en un cangrejal (pobres cangrejos), del que no sabemos nada ni queremos saber, un mundo que nos es completamente ajeno porque nuestro mundo interior nos dice que pertenecemos a otro totalmente distinto.

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Humor

Tu piel, tus ojos, tu boca, mi inodoro

Tu piel tiene la tibieza
de los pedos que, en la cama,
uno deja salir, quedos,
en la noche o la mañana.

En tus ojos se adivina
la calidez que provoca
el pis en una PIScina;
ojos pardos que semejan
dos culos de perros negros
que en la oscuridad se alejan.

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Nubes a cuerda

Aullando

La hematocrisis continua
de la lámpara de lava
es la pesadilla consciente
del vampiro encadenado

Oscuro Prometeo
su boca
borboteante de saliva
maldice a Pavlov
y clama por una estaca.

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Ocaso aplacó tus vapores agresivos
y una brisa a contramano
no alcanza a rizar tu epidermis aceitosa
cuyas lácteas lunecencias
ondulan, como boas ancestrales,
hacia un remoto origen de yemas optimistas.

Cinta de luto, aún más anochecida,
con una hebilla de plata que trae del recuerdo
orillas frescas y juncos estremecidos.

¡Pobrecito animal manso y apaleado!
En tu agónico reptar de pluviales movimientos
aún persiste la memoria del vergel y los jazmines.
Esta noche olvidás la ofensa suburbana
y brillás,
generosa guirnalda que se tiende

desde mi desazón al ojo ebúrneo
que nos mira discurrir conjuntamente
en un intento terco y obcecado
de mantener el cauce y la mirada.

Desde el puente,
tus reflejos de ameba iridiscente
estallan calmos, me dilatan, me contraen,
en un musical silencio de latidos apagados.

¡Contagiame la gracia
que, aún en los estertores subcutáneos de tu muerte,
le gritás a las ruinas fabriles de tu vera,
que, atónitas,
en su limbo lunar de grúas oxidadas,
no entienden (pobreza mineral)
que en tu lecho de barros venenosos
subyace el germen resistivo de tu vida!