Su hora
La luna
en la hora más brumosa de la noche
esparcía su aliento blanquecino
sobre la fronda silente de la orilla
un vapor estático y verdoso
nimbaba la espesura
y allí
en la estrecha franja de la arena
como una estatua antigua
que edades incontables han vestido
de musgo y de misterio
se erguía la incógnita quietud de su figura