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A veces uno se relaciona con los elementos más insospechados, más inesperados, más insólitos y/o más inverosímiles.
Hay personas que establecen una relación fuerte con sus mascotas y a sus allegados puede parecerles (lo he escuchado) patético: “¿Por qué no adopta un niño/a? ¿Por qué no hace docencia? ¿Por qué no participa en una organización social?” Por qué, por qué, por qué… Porque muchos han SUFRIDO los contactos con otras personas y les resulta más fácil, más seguro, más duradero un animalito ¡déjenlos ser!
Abrí la puerta y entré.
Costumbre que uno tiene de dejar las cosas como las encontró… cuando me dí vuelta para cerrarla ya no estaba. En su lugar un abismo negro, poblado de estrellas rojas y azules, abría sus fauces hambrientas.. Debí hacer un esfuerzo para mantener el equilibrio y no caer. Si bien normalmente esta situación me habría resultado por demás extraña, no me sorprendí. Por alguna velada razón todo me parecía lógico, natural.
La poesía es quizás el arte más incomprendido (y menos difundido) por lo inasible, ya que pertenece y está dirigido al mundo de las ideas, a ese universo quebradizo, voluble, contradictorio, pleno de infinitas bifurcaciones, efímero en su incosistente levedad (como el humo de un fantasma incinerado por el fuego de la palabra) que es el intelecto.
Es el elemento que altera decididamente nuestras propias abstracciones, nuestros deseos más incógnitos, nuestras imágenes más oníricas, nuestras angustias más soñadas o nuestros placeres más temidos.
Flotan los relojes de líquidas esferas, relojes negros, relojes de humo, se amontonan a mi paso. Camino y piso relojes de arena, cuarzos indiferentes. Rotas las clepsidras, me salpican y manchan mi ropa con aceitosos momentos medidos cuidadosamente.
… o cómo puede o no cambiar la realidad.
Amamos de la belleza lo que en ella vemos de nosotros mismos. Lo sé: no es una idea nueva, pero en estos tiempos tan aplanados, tan avasallados por conceptos como utilidad, riesgo, costo-beneficio, y demás límites que nos impone la “adultez”, vale la pena recordarnos como seres capaces de crear, apreciar, vivir belleza, no sólo en sentido estético (asumo como belleza todo lo que enriquece: conocimiento, bondad, respeto), sino como alimento, como disparador intelectual y sensitivo.
Letras inútiles, confusas, desorientadas, puercas, escandalosas… necesarias para quien las profiriera